Cien años de Soledad

«Lo encontró en calzoncillos (…). Le impresionó tanto su desnudez tarabiscoteada que sintió el impulso de retroceder (…).  Se detuvo junto a la hamaca, sudando hielo, sintiendo que se le formaban nudos en las tripas, mientras José Arcadio le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, y luego las pantorrillas y luego los muslos, murmurando “Ay, hermanita; ay, hermanita”. Ella tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para no morirse cuando una potencia ciclónica asombrosamente regulada la levantó por la cintura y la despojó de su intimidad con tres zarpazos, y la descuartizó como un pajarito. Alcanzó a dar gracias a Dios antes de perder la conciencia en el placer inconcebible de aquel dolor insoportable, chapaleando en el pantano humeante de la hamaca que absorbió como un papel secante la explosión de su sangre.»

Fragmento de «Cien años de Soledad», de Gabriel García Márquez.
Fotos by noemozica del cuadro «Amantes», regalo de la pintora argentina Mónica Sabbatiello