Despistes y Franquezas

Lo extraño había sido que Benja conociera sus manos antes que  su rostro, o mejor aún, que se enamorara de sus manos antes que de su rostro. (…) A la media hora de vuelo se levantó para ir al baño y cuando regresaba a su sitio tuvo la impresión de ser mirado pero él no miró. Simplemente se sentó y reinició la lectura de Agatha Christie (…).En el respaldo que estaba frente a él apareció una mano de mujer. Era una mano delgada, de dedos largos y finos, con uñas cuidadas pero sin color. Una mano expresiva, o quizá que expresaba algo, pero qué. A los dos o tres minutos hizo irrupción la otra mano, que era complementaria pero no igual. Cada mano tenía su carácter, aunque sin duda compartían una inquietante identidad. Benja no pudo continuar su lectura. Adiós enigma y adiós Agatha. (…) Las manos hablaban. Sutiles, seductoras, finísimas, dialogaban uña a uña, yema a yema, como creando una espera, construyendo una expectativa. Y cuando fue ordenado el ajuste de los cinturones de seguridad, desaparecieron para cumplir la orden, pero de inmediato volvieron a poblar el respaldo y con ello a provocar la ansiedad del número ocho, que por fin decidió jugarse el todo  por el todo y asumir el riesgo del ridículo, del escándalo, y del titular de dos columnas que acabaran con su carrera deportiva. De modo que, tomada la difícil decisión y tras ajustarse también él el cinturón, avanzó su propia mano hacia los dedos cautivantes, que en aquel preciso momento estaban juntos. Notó un leve temblor, pero las manos no se replegaron. La suya prolongó el contacto por unos segundos, pero luego se retiró. Sólo entonces las otras manos desaparecieron.

Fragmento del cuento «El Césped» del libro «Despistes y Franquezas», de Mario Benedetti

Imágen by noemozica (MCC recién dado el «Sí, Quiero»)